Se alejó de ellos como a la distancia de un tiro de piedra, y se puso de rodillas para orar. Dijo: «Padre, si quieres, líbrame de este trago amargo; pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya.» Lucas 22:41-

Querido Padre en el cielo, 
a ti levantamos los ojos. 
Tú permites que los acontecimientos aquí en la tierra sigan su propio camino, 
y hasta tu Hijo tuvo que sufrir y morir. Pero tu plan ya está preparado y tú actuarás en nuestro momento, según tu voluntad. 
Oramos: 
“¡Que se haga tu voluntad, tu voluntad!” 
En medio de todo sufrimiento, 
deja que se revele tu amor en muchos lugares, dondequiera que sea posible para la gente entenderlo. 
Tú siempre nos has protegido; 
continúa protegiéndonos. 
Tú has hecho mucho para nosotros y queremos alabar tu nombre. 
Queremos ser un pueblo que siempre te reconozca y alabe, porque tú nunca dejarás que se pierda ni uno sólo que espera en ti. Quédate con nosotros hoy, 
ayúdanos y danos la fuerza necesaria para servirte en la vida diaria. 
Amén.